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Sobre sombras

Sobre Sombras

 

Siempre he contemplado con admiración las obras de Ángeles Pérez. Desprenden tanta placidez y sosiego, son tan sugerentes y variados los matices que no pueden pasar inadvertidas. Imágenes sinceras, directas y, a la vez, plenas de sutilezas; sus obras son de un acabado tan cuidado que, hasta en el mínimo detalle, buscan un diálogo con el espacio en el que se integran. Con la naturaleza siempre presente, cada nuevo proyecto es un homenaje a la poética de la luz y el sentido del color. Recuerdo El árbol dormido, obra premiada en 1998, donde ya aparece un marcado realismo formal que envuelve su propia simbología. Sus creaciones están en el espacio de frontera donde la naturaleza ocupa un lugar entre la realidad y la imaginación. Lo advertimos en proyectos como Interior Bosque (2008) o Cinco bosques y un Iceberg (2014); incluso en sus propuestas más distantes de ese naturalismo, en las que el lirismo e intimismo nos desbordan: Supongamos que es Primavera (2006) o La materia de la que están hechos mis sueños (2009), también está presente la huella de lo natural. Ángeles Pérez hace compatible el realismo y simbolismo, fundiendo dos mundos que la historia se empeña en separar. En Sobre sombras la presencia del medio natural es absoluta; y si en otros proyectos luz y color eran dominantes, ahora es una oscuridad que parece seguir las enseñanzas de Junichiro Tanizaki: “Las sombras son lo que hacen valiosa a la luz”. Su maestría para aprovechar la potencia de la luz natural, y proyectar -contrastando y complementando- la impronta dibujada sobre un muro, suelo, cielo o agua, son un recurso utilizado para conseguir efectos pictóricos infrecuentes. El juego de perspectivas, la distancia o cercanía del motivo proyectado, la duplicidad y los reflejos, muestran en parte de su obra una gran abstracción. La belleza de estas imágenes está en su propia contención: en la sutileza de matices, la interacción del color, su gradación, su claridad, luminosidad pero sobre todo en el diálogo con el claroscuro. Las sombras delimitan la fuerza de los colores “que lucen más oscuros”, fluctúan entre suavidad y dureza, abarcando desde las regiones más oscuras hasta las fronterizas -la penumbra- y entreteniéndose con una luz crepuscular que parece atravesar las cosas. Si es la sombra la que debe su existencia a la luz, también lo es que en torno a ella hay un universo paralelo, tan sugerente o más que la realidad, más intangible, más cambiante: “Lo que me gusta de las sombras es su carácter efímero, de un momento a otro pueden desaparecer”, Christian Boltanski. Cada una de estas imágenes, es plasmación pura y contundente de una negra quietud, de un instante detenido, de lo que está, pero no vemos. Santiago Martínez Fernández Prof. de Historia del Arte. Escuela de Arte de Oviedo

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