Interior bosque
Fotografiando bosques.
El bosque ha perdido su significado, se ha convertido en un objeto de simple contemplación. Prevalece un acercamiento al paisaje heredero del Romanticismo y mantenido por excursionistas (domingueros) y ecologistas (de ciudad). Ha perdido su misterio, ya nadie se acerca a él, como lo hacía San Juan de la Cruz, para interrogarlo, para perderse en él esperando encontrar respuestas.
AP, con “Interior Bosque”, busca según sus propias palabras conseguir un punto de meditación, de quietud, de silencio que permita escuchar el bosque, un lugar de misterio muchas veces oscuro e inquietante.
Para ello nos propone adentrarnos en los “bosques y espesuras”como el poeta abulense, dejar atrás nuestro mundo e ir en busca de eso que no se sabe bien qué es, y nos empeñamos en alcanzar.
A comienzos del siglo pasado un grupo de fotógrafos se empeñaron en fotografiar fantasmas y hadas, AP, en una aventura tan descabellada como aquella, pretende fotografiar el Espíritu del bosque.
En el bosque, como en las personas, las hojas a veces no dejan ver su esencia, mostrando únicamente un mundo de apariencia como en la caverna primigenia platónica. Muchos, la mayoría, se conforma con ello. La visión del bosque no deja ver los árboles.
En el camino que AP nos propone, en sentido inverso al de Dante, al ascender encontramos el bosque desbrozado, reducido a su esencia, el tronco desnudo, el árbol convertido en tótem, en un emblema que aúna lo individual y lo colectivo.
Entrar en este espacio es como entrar en la cámara de los espejos, ese invento-curiosidad diseñado por Leonardo da Vinci consistente en un espacio octogonal forrado de espejos que multiplica nuestra imagen hasta el infinito. Si nos situamos en el centro de la última sala de “Interior Bosque” podremos reconocernos en cada uno de los troncos de árbol que la componen como si fueran una detallada y cambiante imagen de nosotros mismos.
Ernesto Utrillas Valero
Prof. de Historia de la Fotografía